Ignorancia de papel crujiente dispuesta a rasgarse.
Ignorancia compartida que ronronea embaucadora a los corazones.
Astuta actriz que nos deja una turbia paz conformista.
Mentira cruel que nos hace creer sabios.
Un susurro de olor a humus vino a mi rescate.
Y la inesperada caricia dirigida a lo profundo,
hizo a un lado algunos paquetes que tenía guardados:
lo trivial, lo pueril, lo fútil, lo insustancial …
La caricia perfecta.
La que ni siquiera,
necesita tocar la piel.
Instante de lucidez que reconoce la utilidad de la existencia.
Un susurro de olor a humus volvió a hablarme
y arrastró mi corazón al suelo,
mas allá de la hojarasca, debajo de mis pies.
Y me dejó desnuda…
Impactada por el nuevo universo que veía bajo la tierra,
vi como volaba mi traje de papel crujiente de ignorancia.
Ahora si podía llorar.
Un llanto sereno, suave, sosegado.
Un llanto que se plantaba estoicamente frente a la belleza del bosque.
Sabes porque he llorado?
Porque los árboles hablan,
y escuchan nuestros diálogos inútiles sobre la “insoportable levedad del ser”
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