¿Qué
estoy hablando sola? Pues que si, y eso es lo que llamo soliloquear.
Soli… de sola y loquar… de atreverse…Atreverme a tocar los bordes de la
locura y pensar cosas que en momentos en que estoy atada por los
condicionamientos sociales serían impensables.
Sololoquiar
tiene siempre como herramienta la técnica del “yo conmigo”, y eso es lo
bueno de todo esto: quien me escucha…? Nadie. Quien me contradice…?
Nadie…Y por eso me puedo permitir cualquier cosa. Soy dueña absoluta de
este espacio en el cual todo es posible.
Generalmente
cuando estoy soliloquando, estoy quieta, tirada en algún rincón de gato
o panza arriba en algún paraje de la naturaleza. Es curioso que me
cueste soliloquear cuando estoy metida en el ruido de la ciudad. A
veces, en el propio soliloquio me imagino que de solo pisar el asfalto
se activan los condicionamientos sociales. Será por eso que nunca lo
hago en la ciudad.
Tal
vez, me hago dueña de esta palabra porque el termino filosofar se me
queda grande. pero comparto que al igual que la filosofía, estos
momentos hay que volver a encertarlos al lugar que pertenecen: la propia
vida. Y con estos encuentros personales, muchas veces le voy
encontrando sentido a las cosas y, no sin asombro, mejor mi calidad de
vida.
Cada
vez que soliloquio, pongo en duda muchas cosas. Suelo centrarme en una y
la desmenuzo mirándola por todos lados. Mientras tanto, voy conociendo,
sopesando… y siempre pero siempre rescato el poder de la duda. Desde
ella, llego a certezas, de las cuales vuelvo a dudar…
Yo soliloquio… tu soliloquias… y así en este soliloquio me afirmo y proclamo que de hacerlo todos, el mundo mejora.
Yo soliloquio… tu soliloquias… y así en este soliloquio me afirmo y proclamo que de hacerlo todos, el mundo mejora.
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