Seguía escondida debajo del botón. Cada tanto, miraba por los
pequeños agujeros que tantas veces habían visto pasar hilos de colores. Le
gustaban los contrastes.
Todas las noches se hacía pequeña. Cobijada entre la tela y
los orificios husmeaba al mundo. Era su manera de buscar seguridades. Escondida,
detrás de los agujeros, escuchando “ La Sinfonía de los Sonidos Mudos”.
Amanece. No le gustaba nada este momento, porque por más que
se resistía su piel otra vez se agrandaba. Noche tras noche la misma tortura.
La resistencia se transformaba en aceptación,
como proceso necesario para salir
protegida a la sociedad.
Dejaba en lo profundo a la fisgona botonil. La máscara se
hacía presente y salía al mundo aparentemente fuerte, aparentemente firme,
aparentemente sabia. Su único consuelo (pues esta máscara era agotadora) era
saber que otra vez (como un rulo del tiempo) a la noche, estaría tras el botón.
Patricia Furlong
No hay comentarios:
Publicar un comentario