Iba por la acera de enfrente. Su imagen era magnética. No era su caminar. Era su rostro lleno de veladuras.
Cada una, hacía un ruido desconocido para mi . Permanentemente su apariencia se acomodaba, y el ruido de las capas profundas (ya secas) era insoportable. El hombre olía a podrido…. Un olor que se escapaba por las rajas de la cara. Solo atiné a salir corriendo
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